La principal diferencia fiscal entre ser autónomo en estimación directa normal o en estimación directa simplificada reside en el volumen de facturación y la complejidad de la contabilidad. El régimen simplificado está pensado para quienes en el año anterior no superaron los 600.000 euros de ingresos, y su objetivo es facilitar la gestión tributaria. En cambio, si facturas más o decides voluntariamente renunciar al simplificado, tendrás que aplicar la estimación directa normal, lo que implica una contabilidad más completa y detallada, con mayores exigencias a nivel documental y de control.
En la estimación directa normal, se declaran todos los ingresos y gastos reales y se pueden aplicar deducciones más amplias. Por ejemplo, puedes deducir amortizaciones con libertad de método (siempre dentro de la normativa), registrar provisiones por impagos o depreciaciones, y detallar todos los gastos relacionados con tu actividad. Esta modalidad es útil si tienes muchos costes deducibles o estructuras más complejas, pero también requiere llevar contabilidad ajustada al Código de Comercio si eres persona jurídica o profesional con obligación contable.
En la estimación directa simplificada, el enfoque es más básico. Solo necesitas llevar libros de ingresos, gastos y bienes de inversión, y las amortizaciones se hacen conforme a unas tablas fijas. Además, no puedes aplicar provisiones ni otros ajustes contables más técnicos. Como compensación, se aplica un 5 % adicional de reducción sobre el rendimiento neto, hasta un máximo de 2.000 € anuales, para cubrir gastos no justificables. Esta modalidad es perfecta si tienes pocos gastos, ingresos moderados y quieres simplificar tu relación con Hacienda sin perder deducciones importantes.
Elegir una modalidad u otra tiene implicaciones claras. Si estás empezando o tu actividad no tiene muchos gastos, la simplificada puede resultarte más cómoda. Pero si ya manejas importes más altos o necesitas optimizar fiscalmente cada gasto, probablemente te compense más la estimación directa normal, a pesar de su mayor complejidad contable. Además, una vez que optas por un régimen, debes mantenerlo al menos tres años, así que la elección conviene hacerla con visión a medio plazo.
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