Como autónomo necesitas que el concepto en una factura sea claro, específico y cumpla con la normativa vigente para evitar cualquier duda o error. El concepto debe describir de forma breve pero precisa el servicio o producto prestado, incorporando detalles relevantes como fechas, tipo de trabajo, horas dedicadas o unidades vendidas. Evitar descripciones genéricas como “servicio profesional” o “trabajo realizado” es clave para que el cliente entienda perfectamente qué está pagando y para facilitar tanto tu contabilidad como la suya.
Por ejemplo, en lugar de poner simplemente “asesoría”, es mucho más recomendable algo como “Consultoría en marketing digital durante el mes de junio: análisis de campañas, estrategia en redes y reuniones semanales”. Este tipo de descripción aporta contexto y valor, y puede evitar malentendidos o incluso devoluciones si hay confusión sobre el alcance del servicio. Además, ayuda mucho en caso de inspecciones o requerimientos de Hacienda, ya que la factura queda justificada de forma clara y profesional.
También es buena práctica incluir en el mismo bloque del concepto los detalles sobre el cálculo del importe: por ejemplo, “Diseño de identidad visual: 12 horas a 40 €/h = 480 €”. De esta manera, estás siendo transparente con tu cliente y también contigo mismo a la hora de justificar tu trabajo. Si vendes productos, indica la cantidad, descripción y precio unitario, algo como “50 unidades de camisetas personalizadas a 10 €/unidad”.
Recuerda que este concepto debe ir acompañado del desglose de impuestos, como el IVA y, si corresponde, la retención de IRPF. Si usas una herramienta de facturación, muchas ya incluyen campos separados para cada uno de estos elementos y puedes automatizar los conceptos para ahorrar tiempo y evitar errores. Esto se vuelve aún más importante con la obligación de facturación electrónica que entra en vigor para todos los autónomos.
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