Ser autónomo en régimen de módulos significa tributar por el sistema conocido como estimación objetiva del IRPF, que no se basa en tus ingresos y gastos reales, sino en una serie de parámetros fijos que establece Hacienda cada año. Estos parámetros pueden ser el tamaño del local, el consumo eléctrico, los empleados que tengas o incluso los kilómetros recorridos si trabajas en transporte. En función de esos datos, Hacienda calcula un rendimiento teórico sobre el que pagas impuestos, independientemente de si ganas más o menos. Solo algunas actividades pueden acogerse a este régimen, como el comercio minorista, la hostelería, la agricultura, la ganadería o el transporte, siempre que no superen determinados límites de facturación o compras.
Este sistema funciona gracias a una orden anual del Ministerio de Hacienda que define los módulos aplicables y los requisitos para acogerse. Para 2025, se mantienen los límites de los últimos años: no superar 250.000 € de ingresos íntegros en actividades agrícolas, ganaderas o forestales, o 125.000 € en el resto. Además, si facturas más de 75.000 € a empresas u otros profesionales, quedas excluido automáticamente. También debes tener en cuenta el volumen de compras, que no puede superar los 150.000 €. En caso de pasarte de cualquiera de estos umbrales, se pierde la posibilidad de tributar por módulos y habría que pasar al régimen de estimación directa, mucho más ligado a la contabilidad real.
En cuanto a las obligaciones fiscales, los pagos se realizan trimestralmente mediante el modelo 131, en el que declaras una cuota fija basada en esos módulos, sin tener que justificar gastos o ingresos reales. No puedes deducirte gastos como lo harías en el régimen de estimación directa, lo que puede no ser ventajoso si tu negocio tiene muchos costes. Eso sí, se aplica una reducción general del 5 % sobre el rendimiento neto y, en determinadas zonas afectadas por desastres naturales o situaciones especiales, pueden aplicarse reducciones adicionales. Esta previsibilidad en el pago de impuestos es precisamente lo que hace atractivo este régimen para muchos autónomos con ingresos estables y costes bajos.
Este régimen puede simplificar bastante la gestión fiscal, pero hay que tener cuidado con los límites para no perder su aplicación. Si estás empezando o tu actividad es muy específica, conviene revisar cada año si sigues cumpliendo los requisitos. Además, elegir un banco que te facilite herramientas de control fiscal o integraciones con software de facturación puede marcar la diferencia en comodidad y control financiero.
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